Para el ser más leal que conocí...
Hambrienta, la lóbrega muerte
penetró como un espasmo,
y se quedó mirando tras indulgentes ojos...
Nos había despojado del dolor.
Su andar fue discreto y nos parecía tan tremenda
que pretendimos ahuyentarla
como si eludiendo su inexorable asedio
pudiéramos vencer.
Desarraigó al absurdo egoísmo
y a todos los yerros humanos
las creencias y los afectos…
la arrogancia.
Y nos mostró nuestra propia miseria
reducida en el cadáver que aún sostenemos.
Demonio tan renegado que ha venido a ser piadoso
silenciando la agonía...
(El endeble consuelo de la ausencia espantosa.)
Muerte que dejas el vacío removiéndonos
la inminente locura de lo irreparable…
la resignación que es tardía.
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Morte
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